Como todos los años, el final de nuestra temporada llega, y toda la escuela de Pauso-K nos estamos preparando para el gran final del curso: nuestra propia actuación en el teatro Amaia, de Irún.
Echando la vista hacia atrás, ya llevamos 12 años celebrando que Pauso-K finaliza un curso con éxito, que nuestros bailarines siguen aprendiendo y que cada vez logramos llegar a muchos más sitios.
En estos momentos estamos todos un poquito nerviosos, porque vemos que la fecha se está acercando, y que ya nos quedan pocas horas de clases... ¡Y es que estos días hay muchas emociones de por medio!
Los ensayos son rutina de todos los años. Unas pocas semanas antes todos nos ponemos firmes y atendemos dentro de Pauso-K a todas las ordenes que nos dan Paula y Soraya, los cambios de posiciones, las entradas y salidas... ¡Todo tiene que estar perfecto para el gran día!
El día de la actuación, estamos seguros que muy pocos de nuestros bailarines saben disimular los nervios durante las horas previas. Revisiones de ropa de última hora, hacer la maleta, y llega la hora de irse pitando a la entrada trasera del Amaia, por donde entramos al barullo de los camerinos.
Y allí comienza el show. El olor del maquillaje, laca y sudor se mezcla entre risas nerviosas y estiramientos improvisados por las esquinas. Los aitas se esmeran peinando y vistiendo a los niños, los mayores se arreglan solos, aunque a veces hay alguno que pierde los nervios buscando unas medias o una camiseta.
Paula y Soraya dan los detalles de ultima hora a los técnicos de sonido y luz, y el resto, ya preparados, esperamos ansiosos el toque de salida. Y da comienza la actuación.
Todo sucede con rapidez, casi de una forma armoniosa. 456 personas se organizan entre bambalinas para ir saliendo, casi mágicamente, y a veces sorprende que no falte ninguna persona en el escenario. El público anima, muchos aplauden al final de cada baile, y el ambiente que se va creando a medida que se suceden los bailes no es otro que el de la fiesta.
"Lo que más me gusta de los finales de curso", nos dice Raquel Garcia, "es el ambiente que se crea. Antes de salir al escenario siempre hay una mezcla de caos, nervios, agobio... Pero no sé cómo, al final siempre sale una actuación estupenda".
Ane Barjacoba también nos explica que "me gusta cada momento después de salir a bailar cada baile. Te sientes bien, como que has dado lo mejor de tí".
Otra de nuestras bailarinas, unas de las que está en Pauso-K casi desde los inicios, Marina Lara, nos confiesa que "es muy difícil elegir una sola cosa que me gusta del Amaia, porque hay tantas...Aunque me estreso mucho, me encanta tener que salir a bailar un baile detrás de otro, sin apenas tiempo para cambiarme."
El espectáculo se acaba, y nuestros bailarines respiran aliviados en el baile final. Lo han dado todo, han trabajado y expresado al máximo, y casi no se creen que todo haya terminado. Cuando todos se van a casa, comentan sus sensaciones con familiares y amigos, y todos los años queda en el aire alguna anécdota que contar.
"Me acuerdo una vez, en el baile del final", cuenta Marina, "como cada año teníamos que bajar por las escaleras para animar al publico. Yo me subí al escenario sin darme cuenta de que no me correspondía subir, y no me sabía el baile que estaban bailando en ese momento. Me estuve riendo un buen rato con mis compañeras".
Los profes se ponen al frente de toda la multitud y son ovacionados por el público y por sus alumnos, en especial Paula y Soraya. Un duro trabajo de largo tiempo que da sus frutos, siempre emociona, y ellas no lo sienten menos.
Al final, en la actuación, se suceden muchas emociones a la vez. Nervios, risas y expectación se mezclan para que nuestros bailarines nos puedan contar una historia, nos recuerden a alguien querido o, simplemente, nos hagan pasar un buen rato.
Este año prometemos superar al año pasado, y sorprender con más ganas y fuerza que nunca.
¡MUCHA MIERDA!
Y de momento, esto es todo.
De mientras... ¡A bailar!
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